Hubo un tiempo en el que, entre diciembre y finales de abril, además de cumplir su función como molino aceitero, Almazara La Erilla, se convertía en un “hogar” para los trabajadores que llevaban a cabo la producción anual de aceite.
Teniendo en cuenta la importante producción de aceituna, que se generaba en el campo del Valle de Lecrín, un total de 218.700 kilos por temporada, y que la recogida y producción se concentraba en unos 120 días, la actividad no cesaba durante 24 horas.
Esta circunstancia obligaba a las tres personas, encargadas de llevar a cabo al extracción del aceite de oliva en la almazara a permanecer allí día y noche para cumplir los plazos. De esta manera se evitaba que la aceituna perdiera sus principales componentes y propiedades, a la vez que se garantizaba la producción a los agricultores, ya que el proceso tradicional era lento y laborioso pues la obtención del oro líquido se llevaba a cabo con tracción animal.
En concreto la plantilla de la Almazara se componía de tres personas, un Maestro Molinero al que ayudaban dos husilleros, personas encargadas de estar pendientes del husillo, tornillo sin fin que ejercía la presión sobre los capachos en el proceso de prensando .
Testigos de esta circunstancia son los catres o chillas donde pernoctaban los obreros por turnos, dependiendo de sus cargos y tareas, y la pequeña cocina en la que aún se conservan los utensilios originales de antaño.
Además también se conserva aún la chimenea central, que era utilizada para llevar a cabo el proceso de prensado, cumpliendo una función primordial, ya que estaba permanentemente encendida garantizando una temperatura constante de entre 20 y 25 grados, para facilitar el proceso de prensado y hacer posible la manipulación del mastrujo, de esta manera los trabajadores podían disfrutar de una estancia cálida a la vez que utilizaban el rescoldo de la caldera para el preparado de los alimentos.
Tanto los catres como la pequeña cocina permanecen actualmente intactos en Almazara La Erilla, mostrando al visitante el paso del tiempo y dando a entender la función de favorecer la habitabilidad y la vida doméstica a los peones de la almazara en sus duras y largas jornadas laborales.